INSOMNE.


Desde que escribo con vehemente ansia,
nunca veo la hora de acostarme,
sin darme cuenta, medianoche llega
y, a veces, continúo sin inmutarme.

El sueño que a mis párpados venía,
yo lo ahuyentaba a golpes de teclado;
se fue haciendo costumbre el trasnochar
y al buen Morfeo fui echando de mi lado.

 Mas Morfeo, rencoroso y vengativo,
ahora me huye, me evita y me atormenta,
aunque os juro que ya el café no pruebo
y hasta he abandonado el té con menta.

Durante largas horas, en la noche
algo daría por no estar despierta.
Mil vueltas doy, en busca del reposo
y que acabo mareada, es cosa cierta.

Ignoraba que el dulce dios del sueño
castigase por llegar tarde a su cita;
imploro  su perdón con desconsuelo
y ruego que en sus brazos me readmita.



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