Transitando sin rumbo algún camino,
alejado del ruido y de la gente
meditaba y, absorta en mis pesares,
me tropecé contigo, ¡vaya suerte!
Nos miramos despacio, sin hablarnos
luego surgió un saludo y lo siguiente
vino rodando solo, fue tan fácil
que supe que sería para siempre.
Desde entonces la vida nos mantuvo
unidos por un lazo firme, fuerte;
anduvimos cogidos de la mano
con la ilusión de dos adolescentes.
Si escribes de pureza. Te salen estos versos de ternura.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ly, un besazo.
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