COVID

 Confinada en mi fortín,

lejos de la urbe ruidosa,

no se me ocurre otra cosa

que escribir algo, por fin.

A ratos cuido el jardín

o me dedico a hacer pan,

una mouse, helado, flan

o trabajos manuales,

asuntos más bien triviales,

que tampoco son mal plan.


Y es que pretendo evitar

un contagio innecesario,

es por eso que a diario

me mato a desinfectar

todo lo que he de tocar.

Uso mascarilla y gel,

y no traspaso el dintel

de la puerta de mi casa,

así, entre cuece y amasa,

al virus no doy cuartel.


¡Vaya bicho malnacido

que nos tiene en jaque mate!,

el ánimo nos abate

y lo deja compungido.

A ver, ¿de dónde ha salido?

Estábamos tan felices

inflándonos a perdices

cuando apareció un mal día,

a robarnos la alegría

y a tocarnos las narices.



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