EL ASTRONAUTA

 


Mamá, cuando sea mayor

yo quiero ser astronauta

y en un cohete espacial,

propulsado por las llamas,

iré rumbo a las estrellas,

dentro de un traje de plata.

Veré alejarse la tierra,

disiparse las montañas,

veloz, lo mismo que un rayo

que por el cielo cruzara.

Y con la luz de la luna

pienso hacerte una guirnalda

y le prenderé una estrella,

la más bonita que haya:

Lucirás resplandeciente

como si fueras un hada.

¡Qué orgullosa vas a estar

de mí y de mis hazañas!




DESEOS




Es mi deseo rotundo
que el alma en mí se sosiegue,
que la inspiración me llegue
y dé su fruto fecundo,
que a mí me parezca el mundo
un lugar maravilloso;
que esté claro y no borroso
el futuro que me aguarda
y que mi ángel de la guarda
no se muestre perezoso.



ESPANTANDO GOLONDRINAS

 



Si vuelven las oscuras golondrinas

de tu balcón sus nidos a colgar,

coloca un reluciente compact disc

y veloces huirán.


Pues al ver ese brillo deslumbrante

que la luz de su espejo hace brotar

cegadas, confundidas y alocadas

volando marcharán.


Yo no sé si después tendrás nostalgia

y te arrepentirás, a tu pesar,

de haberlas espantado sin tristeza,

sin sombra de piedad.


Pero el hecho de ver que a tu balcón

sin zozobra te puedes asomar

compensará, si llega la morriña

cuando no vuelvan más.

TUVE SUERTE

 


Transitando sin rumbo algún camino,

alejado del ruido y de la gente

meditaba y, absorta en mis pesares,

me tropecé contigo, ¡vaya suerte!


Nos miramos despacio, sin hablarnos

luego surgió un saludo y lo siguiente

vino rodando solo, fue tan fácil

que supe que sería para siempre.


Desde entonces la vida nos mantuvo

unidos por un lazo firme, fuerte;

anduvimos cogidos de la mano

con la ilusión de dos adolescentes.

DÍA DE LLUVIA

 




Atraviesa la bruma de coral

una gruesa pared, el aguacero

inunda la mañana y la derrumba.

Paraguas por la calle sin futuro

que alargan las siluetas hacia el cielo.

Los fantasmas humanos y divinos

marchan ajenos, dentro de sus pieles;

un trueno que retumba en el azul

rompe el silencio álgido del día.

Hormigas negras desde mi atalaya

serpean como ánimas dolientes.

LA GOLETA

 


La goleta dormía en la ensenada

con un dulce vaivén.  Y su madera

reposaba cansada y carcomida,

ajena al huracán y a la tormenta.

Pero los vientos fueron implacables,

ni atisbo de piedad tuvieron de ella,

desataron su furia destructora

y la esparcieron en las aguas negras.

La goleta dormía en la ensenada

ajena al huracán y a la tormenta.