ME SOLTÉ LA MELENA ( Sonetillo)





Se eclipsó mi buena estrella
pues me dejaste colgada,
aunque no me importa nada
ni me hizo ninguna mella.

He agarrado una botella
y ya estoy medio achispada:
cuando la tenga acabada
veré la vida más bella.

No creas que estoy llorando
ni medio muerta de pena,
porque lo estoy celebrando...

He arrancado la cadena
y ya te estoy olvidando:
¡me he soltado la melena!


LA NOCHE



La noche estaba silente
y coronada de estrellas
-ya sé que es lugar común-
pero resultan tan bellas…

No me canso de mirarlas
en mi hamaca, boca arriba,
envueltas en su halo oscuro
¡qué noche tan atractiva!

Es verano y un mosquito
me zumba alegre en la oreja
en la negrura total
cazarlo es tarea compleja.

Su picadura me temo
pero lo olvido al instante;
sigo absorta, embelesada,
miro la luna brillante.

Son esas horas nocturnas
que invitan a confidencias,
cuando los burros son pardos
y engañan las apariencias.

ODA A MI MALETA



Siempre lleva mis cosas personales
mis falditas, mis blusas, mis zapatos
y también mis poemas, mis relatos
e incluso algunos libros especiales.


Subo al tren,  la coloco con recelo
en el compartimento que le toca,
vigilando, por si alguien se equivoca
y me quedo sin ropa y sin consuelo.


Nunca olvido meter un par de guantes,
un gorrito, las medias, calcetines
un fular, un collar  y unos  chapines
por si voy a reuniones elegantes.


Sea dura o flexible la maleta,
con ruedas, con correas o con asa
de tamaño gigante o muy escasa
puede ser llamativa o bien discreta.


Lo peor que me puede suceder
cuando vuelvo  cansada de viaje
es notar, al buscar el equipaje
que, de nuevo, me la han vuelto a perder.


Escudriño la cinta, muy ansiosa
de saber si el asunto bien termina;
de pronto se levanta la cortina...
¡y veo mi maleta tan preciosa!


Con mi rimel , mis pinzas, mis cremitas,
mi secador de pelo y mi pijama
si me encuentro sin ella ¡vaya drama,
quedarme sin mis cosas favoritas!

Oh, maleta, mi útil compañera
que conmigo te vienes por el mundo
yo te alabo con ánimo rotundo
y por eso te canto, a mi manera.



AUTORRETRATO.



Tras profundas reflexiones he pergeñado un retrato,
con la sola pretensión de haceros pasar el rato.

Como simple introducción, empezaré por lo físico:
ando bien de olfato y gusto y tengo oído de tísico.
Toco, lo que se me alcanza y no poseo mala vista;
tengo un poco de poeta y otro poquito de artista.

No soy alta ni soy baja, ni muy gorda ni muy flaca

y más que hacer ejercicio, me gusta estar en la hamaca.
No soy ni guapa ni fea, sino una mujer normal,
de mi tipo no me quejo, pues no lo tengo tan mal…
Tengo de la avispa el talle y también el aguijón
-si lo clavé alguna vez, no fue con mala intención-.

Soy irónica y guasona, tal vez un pelín mordaz,
pero eso sí, os lo aseguro, no soy ni cruel ni falaz.
No uso palabras groseras, ni mi léxico es morboso:
no hay en mi vocabulario nada soez, ni escabroso.
Y siempre voy preparada, con mi aguda pluma en ristre:
a todo le saco punta, a todo le encuentro el chiste.
Me gusta el humor sutil, ingenioso, inteligente;
Lo detesto, si es vulgar, sórdido o impertinente.
Y aquí acabo la semblanza, porque lo último que quiero
es resultar más pesada que una estatua de Botero.

SILVA TONTA




Las ideas que acuden a mi mente,
las vierto en un papel
sin pensar, aunque sea torpemente
las esparzo a granel.
Intentaba tocar todos los palos,
fuesen coplas o liras o quintillas:
os dejo mis “regalos”,
sean sueños o simples pesadillas.
La silva nunca antes la compuse
y veo que no es fácil,
aunque mi pluma es ágil,

mi rima queda fofa,
le falta enjundia y algo de coraje,
carece de mensaje
y me he sentido inepta ante la empresa.
Por eso ahora me hago una promesa
lógica y coherente:
Dejo la silva a otros trovadores,
más líricos, juglares o cantores.
Así, por la presente
digo adiós a la silva, atentamente.



LA GRIPE (OCTAVAS REALES)



Resignada y paciente hasta la muerte
postrada estoy, la negra pena vino
y aunque la cosa nada me divierte
no se puede luchar contra el destino.
Un virus me atacó, ¡qué mala suerte!
y ni acierto a pensar ¡qué desatino!
No me gusta el invierno con sus fríos,
con sus días tan grises y sombríos.

Pero yo venceré, por descontado
a esta nefasta gripe lacerante;
de momento un jarabe me he tomado;
¡me voy a reponer en un instante!
Y cuando de toser haya acabado
me sentiré lozana y rozagante.
Lo he de mirar de modo positivo:
me he quedado en mi casa y así escribo.