Era aún muy pequeña y con soltura
las letras y las sílabas juntaba
poniendo gran empeño, porque ansiaba
el placer de entregarme a la lectura.
Como era reducida mi estatura
al mostrador apenas alcanzaba,
pero el olor a libros me embriagaba,
con un halo de ensueño y aventura.
Al deslizar mi mano por sus lomos
como tierna caricia temblorosa,
mi razón infantil y fantasiosa
se veía entre hadas y entre gnomos,
habitando sus mundos irreales,
llenos de peripecias demenciales.
Horas tan especiales
que el aroma de aquella librería
perdura en mi recuerdo todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario