EN BLANCO



Quiero escribir y nada se me ocurre,
se mofa el papel blanco de mi pena,
la inspiración se fue, se volvió ajena;
no hay musa que al oído me susurre.

Pienso en belleza, amores y dulzura
o en dolor, en horrores y en tristeza
mas nada siento y tengo la certeza
de que nada hallaré ¡qué gran tortura!

Recuerdo aquellos días que mi pluma
dejaba tras de sí profunda huella,
hablando del fulgor de alguna estrella
o del aroma que el jardín perfuma.

Pero hoy, aunque busco las palabras
compositoras de odas o sonetos
se me escapan por arduos vericuetos
triscando a su albedrío, como cabras.

Con mi más suave voz yo las invito...
-venid conmigo-, de nuevo las llamo,
las apremio con ansia, las reclamo
pasando del susurro al puro grito.

Y al final voy a darme por vencida
pues pienso que mi veta está agotada
dentro de mi magín no queda nada
y en profundo pesar estoy sumida..

CELOS

Hoy siento que los celos me devoran,
tengo un dilema cruel que me desgarra
mientras yago infeliz junto a mi parra
pienso en vicisitudes que me azoran.

Ayer la vi, mirando descompuesta
y con un nerviosismo inusitado
a un vecino que vive justo al lado,
que me causa una envidia manifiesta.

Mundano, refinado y  elegante
guapo, joven y tiene mucha pasta
es conocida su cultura vasta
y muestra siempre su mejor talante.

¿Quizás le haga tilín el apolíneo,
tendrá la muy taimada una aventura?
En este punto  pierdo la cordura,
pasé  de flemático a sanguíneo.

¿Me suicido, la mato, los liquido?
-estas dudas se agolpan en mi mente-
¿Es acaso una impía, una indecente,
o acaso yo no soy un buen marido?

Mas silencio, que llega la interfecta
con un aire culpable que me intriga
quizás hacerla confesar consiga
si le dejo caer una indirecta.

-¿Sabes ese vecino del garaje
que conduce un bugatti de los caros?...
-¡Yo me iba retocando el maquillaje
y,  distraída,  me cargué sus  faros!

Si lo veo es que me entran los sudores
pues no sé si sabrá que soy la autora
debo enfrentarme a ello sin demora
no me puedo esconder de mis errores

-¡Ay, mi amor, mi capricho, mi tesoro
no estés triste por una tontería!
¡Ven a mis brazos, adorada mía,
soy tan feliz que de alegría lloro!

-No entiendo para nada a mi marido,
porque lo imaginaba furibundo
y veo al hombre más feliz del mundo…
¡Me temo que el oremus ha perdido!