Encaramada en un árbol
la niña dijo a la luna:
─Tengo sed, quiero beber
tu leche de blanca espuma,
alimentarme de sueños,
de esos que de ti rezuman,
como cuando era pequeña
y acostadita en mi cuna
a través de la ventana
de mi habitación a oscuras
veía el cielo estrellado
y soñaba que a la grupa
de un magnífico unicornio
llegaba hasta las alturas
y conseguía, por fín,
descubrir tu cara oculta.
La luna le contestó:
─Si soñar es lo que buscas
te contaré mi secreto,
préstame atención, escucha...
Y en voz bajita le habló
con mucho amor y dulzura.
La niña escuchaba absorta
recortada en la penumbra,
con los ojos muy abiertos
y con la boquita muda.
Después se bajó del árbol
con una escudilla oculta
resplandeciente de sueños
y llena de luz de luna.
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